Para mí, lo más duro fue explicar con una sonrisa de indiferencia lo que
tanto lloraba mi alma.
Me ignoré, me quedé en el último lugar para que nadie se preocupara.
Animé lagrimas que a escondidas ahogué.
Grité risas que mi mente no entendía y que más tarde castigué.
Sigo culpándome de todo lo que me hace daño. De todo lo que en realidad
me ha aportado fuerza y grandeza, aunque me hayan destruido me han
reconstruido al mismo tiempo.
No paro de pensar cosas que deberían ocupar otro lugar, pero es que, me han fallado tantas veces y sin embargo no he fallado.
Debería tomarme el privilegio de flaquear, debería... Aunque mi yo más
absurdo no lo permita.
Sigo escondiendo esas terribles ganas de acabar con todo, porque siempre
hay una fuerza mayor que me dice 'todavía puedes más'. Y puedo.
Y puedo porque no hay salida, porque a pesar de todo siempre escucho tus
carcajadas al final de cualquier problema, porque tu mirada merece ver
mi mejor versión.